Menos mal que me dí cuenta

Cuando estaba apunto de subir a las oficinas note algo raro en la espalda. Era algo enganchado a la mochila que llevo. No sabía que era hasta que decidí pararme antes de entrar en el ascensor. Hay dios, la cara que me pusieron los que iban a subir conmigo y vieron lo que estaba enganchado a mi espalda, entre las correas del macuto.

Por suerte, no entré en la oficina con eso y nadie de mi curro lo vió. Aunque el resto del día tuve que tener mucho cuidado cada vez que abria el macuto, porque lo metí dentro y se me enrreaba con las cosas.

Por las mañanas suelo tener una caraja monumental.