Todas las palabras escritas son ciegas, nunca verán a la persona para las que fueron creadas. Tampoco podrán reconocerla y por ello están malditas, porque mientras exista una única persona que no las ha leído, no tendrán la certeza de que han llegado al lector adecuado.
Lo encontré escrito en una libreta que me hice de un viejo fajo de folios, amarillentos por la humedad y el tiempo, a la que pronto le daré uso.
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