No hay casi nadie por las calles alrededor de mi casa. Están vacías. Se ven guiris dispersos -parece que soy el hombre del tiempo hablando de las nubes, hay nubes dispersas-.
También se ven a aquellos pocos que no se han ido o que han vuelto de vacaciones que hacen la compra para llenar la nevera, exigua y triste por el olvido a la que la han sometido.
Hasta se puede ser sibarita para aparcar, pese a que no tengo el coche. Pero si lo tuviese, lo haría, me convertiría en un sibarita del aparcamiento de puro coraje.
También se ven a aquellos pocos que no se han ido o que han vuelto de vacaciones que hacen la compra para llenar la nevera, exigua y triste por el olvido a la que la han sometido.
Hasta se puede ser sibarita para aparcar, pese a que no tengo el coche. Pero si lo tuviese, lo haría, me convertiría en un sibarita del aparcamiento de puro coraje.
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