Hoy hace cinco semanas del cólico nefrítico. No sé como coño estoy aguantando esto. Quiero pensar que nuestro cuerpo es más sabio de lo que creemos, porque de lo contrario, hace tiempo que hubiera abandonado.
Imagino que el cuerpo segrega una substancia llamada 'positivina', que me ha ayudado a aguantar los treinta y cinco días que llevo con el catéter y la bolsa.
Cuando pienso en ello, que mi vida normal es cualquier cosa menos normal, me desespero.
Un gesto simple y mecánico como darme la vuelta en la cama no se puede hacer. Incluso ir al baño por la noche, se convierte en un conjunto de maniobras (desconectar bolsa, poner tapones, sujetar tubo, comprobar que no hay enredos) bien estudiadas, que no puedo hacer sin pensar.
Y aún con todo ello, vuelvo a pensar en mañana, en que tengo una prueba y que sólo me darán un diagnóstico con un tratamiento, el catéter seguirá aquí y mi vida continuará siendo antinormal por unos meses en el mejor de los casos.
Veo al ciego que no ha visto nunca los colores, y que puede llegar a suspirar por verlos, pero sobretodo veo al ciego que los perdió, que no sólo suspiraría, sino que su alma se consumiría en un anhelo infinito de desesperación por recuperarlos.
Esa sensación me resulta demasiado familiar. Anhelos y ansias pueden desgarrar el alma de cualquiera. La mía lleva mucho tiempo hecha trizas.
De momento aguanto, drogándome con 'positivina' y 'vamosina', que es lo único que me sirve.
El responsable es el cuerpo, que quiere tirar para adelante, mientras la mente le sigue, empujada por ese impulso irracional que no logro comprender, por más que me esfuerce en desentrañarlo.
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