Supongo que el nombre que ha elegido el nuevo papa no me permite llamarlo tocayo.
De todas formas, ese cambio de nombre me da pié a la siguiente reflexión. En una empresa cualquiera, cuando ascienden a alguien a un puesto con mayores responsabilidades, no se le cambian el nombre, sólo adquiere el pseudónimo 'nuevo cabrón'.
Nota aclaratoria: cualquier parecido entre una empresa y la iglesia católica es meramente casual.
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