El deseo por parte de las autoridades gobernantes de tener controlada la escasa población de Linces ibéricos y saber en todo momento que tal se encontraban, les llevó a comprar unos carísimos radiocollares, que colocarían en los peludos cuellos de los animales, después de una campaña de captura y marcaje de los especímenes que quedaban por nuestros bosques.
Meses después, las autoridades estaban muy contentas con el resultado de la compra, incluso pusieron un página web -2.0- en la que podía verse ¡online! la cantidad de ejemplares.
Pero algo trágico ocurrió a finales del año, cuando el general invierno envió intensas nevadas que cubrieron las montañas donde el Lince vivía. En el plazo de una semana, las señales de los animales desaparecieron del radar elevándose una señal de alarma de los expertos. Cuando las autoridades reaccionaron era tarde. No había rastro de ellos y los dieron por muertos.
Pasados unos meses y siendo transitable la sierra, algunos cazadores informaron de avistamientos de Linces: ¡Viven! La culpa fue de las baterías de los radiocollares, que se agotaron y el Lince no tenía el cargador a mano.
Ante tal error, las autoridades adquirieron unos nuevos collares cuya duración de batería estaba garantizada por miles de años. Otra vez se organizó una campaña de captura y sustitución de radiocollar. La página web -2.0- volvío a funcionar a todo trapo, siendo el orgullo del ministro de medio ambiente de turno.
Pero la alegría no duró mucho, apenas un año. Al cabo de ese periodo de tiempo, se fueron encontrando Linces ibéricos moribundos, que aparecían enfermos, desnutridos y sin pelo, producto de un envenenamiento radiactivo por una fuga de la batería del radiocollar. Poco pudieron hacer por ellos. Y esta vez, la cagaron de verdad.
PD: Concurso público del suministro de Radiocollares para el Lince Ibérico
Meses después, las autoridades estaban muy contentas con el resultado de la compra, incluso pusieron un página web -2.0- en la que podía verse ¡online! la cantidad de ejemplares.
Pero algo trágico ocurrió a finales del año, cuando el general invierno envió intensas nevadas que cubrieron las montañas donde el Lince vivía. En el plazo de una semana, las señales de los animales desaparecieron del radar elevándose una señal de alarma de los expertos. Cuando las autoridades reaccionaron era tarde. No había rastro de ellos y los dieron por muertos.
Pasados unos meses y siendo transitable la sierra, algunos cazadores informaron de avistamientos de Linces: ¡Viven! La culpa fue de las baterías de los radiocollares, que se agotaron y el Lince no tenía el cargador a mano.
Ante tal error, las autoridades adquirieron unos nuevos collares cuya duración de batería estaba garantizada por miles de años. Otra vez se organizó una campaña de captura y sustitución de radiocollar. La página web -2.0- volvío a funcionar a todo trapo, siendo el orgullo del ministro de medio ambiente de turno.
Pero la alegría no duró mucho, apenas un año. Al cabo de ese periodo de tiempo, se fueron encontrando Linces ibéricos moribundos, que aparecían enfermos, desnutridos y sin pelo, producto de un envenenamiento radiactivo por una fuga de la batería del radiocollar. Poco pudieron hacer por ellos. Y esta vez, la cagaron de verdad.
PD: Concurso público del suministro de Radiocollares para el Lince Ibérico
coñooo menos mal que lei las etiquetas de ficcion y relatos.. vaya sustoooo
ResponderEliminares de tu invencion?
Eso me temo.
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