He vivido con ella desde hace treinta años. Hace unos meses pude hablar de la causa de su existencia. Supuso una liberación, pero ha provocado un río inesperado, un alud que ha estado contenido durante tantos años por los que me maldeciré por haberlo permitido.
Ahora esa piel fantasma que surgió para protegerme se ha convertido en una bolsa de plástico que me ahoga y de la que intento librarme de cualquier manera. Se dice que no puedo recuperar el tiempo perdido, que nunca se puede. Pero no debe importarme.
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