La partida que jugaron ayer en la penúltima ronda del torneo de candidatos entre Carlsen y Radjabov que duró siete horas me dió que pensar. Llevan algo más de dos semanas de juego, con partidas todos los días y descansando cada tres.
Empiezas a las tres de la tarde y terminas a las diez de la noche. Haces tu entrevista y a las once te pones a cenar algo. Por la mañana, si es que has podido descansar, haces un poco de análisis de lo que has hecho el día anterior y preparas lo que quieres jugar contra el rival que te toca, almuerzas a las doce para que te de tiempo de hacer una parte de la digestión y listo para darle al reloj.
Físicamente puede parecer que no es para tanto, pero este ritmo de partidas, jugándose lo que se están jugando (el ganador desafiará al campeón del mundo Anand) tiene que pasar factura. Se supone que son jugadores profesionales, pero aún así, debe ser muy difícil.
He leído en muchas ocasiones que hay que estar muy bien preparado para poder aguantar, no sólo en lo mental, sino en lo físico. Tiene que ser verdad, porque por mi experiencia, de jugador de pachangas amater, después de jugar una partida quedaba para el arrastre.
He leído en muchas ocasiones que hay que estar muy bien preparado para poder aguantar, no sólo en lo mental, sino en lo físico. Tiene que ser verdad, porque por mi experiencia, de jugador de pachangas amater, después de jugar una partida quedaba para el arrastre.
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