Kafka le pidió a su amigo, Brod, que quemara sus escritos cuando muriera. Pero Brod no le hizo caso y se los dió a su secretaria, Hoffe, años después para que los entregara a instituciones hebreas. Pero la señora Hoffe, como propietaria, no le hizo caso y se los legó a sus hijas posteriormente...
Ahora los tribunales dicen que se tiene que respetar la voluntad de Brod, con lo que los archivos de Kafka van a ser propiedad del estado de Israel. La voluntad de Kafka no cuenta en estos asuntos. La de Brod sí. La de la señora Hoffe tampoco.
Supongo que a Kafka no le sentaría nada bien saber que sus papeles están siendo materia de discusión en un juicio. Pero poco se puede hacer, respetar la voluntad de Kafka supone perder los originales (incluso puede que existan obras inéditas) de uno de los mayores escritores del siglo XX.
De todas formas, las fotocopias están para algo ¿no?
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