Admiro la capacidad que tiene un amigo para dirigir el juego de rol Star Wars. Lleva sólo dos sesiones de juego y consigue mantenernos en un puño, a veces como en una perfecta partida de cartas, sumergiéndonos en el mundo starwaniano del que algunas de las películas de George Lucas tendrían mucho que envidiar.
Pero no queda ahí la cosa, la tensión del juego provoca que la noche siguiente no podamos conciliar el sueño correctamente sin que nos asalten los dados ni los puntos del lado oscuro. Malditos sean, ¡dejadme dormir!
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